Oviedo, 9 de noviembre de 1996, a las once y cuarto, llegué al mundo, mediante cesárea, tres meses antes de los esperado (desde el principio ya tuve prisa), con el tamaño de una regla escolar y menos de un kilo de peso, y de la sala de partos, a la incubadora hasta enero, digamos que mis primeros meses de vida, no fueron muy apasionantes.
A los dos años, seguía siendo enana y con menos peso, tardaba en empezar a caminar, mis padres me llevaron al médico. Ahí les dijeron que al haber nacido prematura, tenía un problema en las piernas, los huesos, me crecerán más rápido que los tendones, lo que hará que camine mal. Dos meses después, llegó mi primera operación, escayolas que ocupaban mis dos piernas y luego rehabilitación, esto hizo que no empecé al cole hasta segundo de infantil.
Y así fue, llegué a se colegio tan enorme, con mi mochila de ruedas de Teo, recuerdo los años en infantil con mucho cariño, y con muchas anécdotas, como por ejemplo, cuando le decía a mi profesor que llamase a mi madre, que me aburría y quería irme a casa, o cuando le amenazaba con llorar,sabiendo que mis compañeros iban a llorar también, lo "malota" que era rompiendo las construcciones de plastilina a un niño que se llamaba Mario, y mil cosas más.
Las vacaciones interminables en casa de mis abuelos, las vacaciones a Mallorca y a Santander con mis padres, en las que siempre liaba alguna, serán difíciles de olvidar.
Me acuerdo de lo mayor que me sentía el día que empecé a primaria, con libros sin dibujitos y deberes, "como los mayores", las respiraciones en clase de educación física, o las clases en la Escuela De Música.
Recuerdo el primer día que fui a mi academia de inglés, tuve que escribir los números del 1 al 30 y luego colorearlos, sí, ahí conocí a Lidia, el engendro rubio de gafas, esa cosa enana que no hacia más que cargar a su madre con bolsas y bolsas de libros,era una rata de biblioteca, y me caía mal, muy muy mal, pero lo que la quiero ahora,compensa todo nuestro odio mutuo pasado (mi padre me recuerda siempre que quedo con ella, nuestro pasado oscuro).
Tampoco es de ignorar, mis años de mojabragas de David Bisbal y Fran Perea, aunque solo por autorespeto, intento olvidarme de ello. Cabe destacar, que hasta esta edad, mi discapacidad no me frenó para nada.
A los 9 años, una rotura de rodilla y una operación me llevaron a estar un año sin poder caminar apenas, un asco.
Más o menos toda mi infancia fue así, ahora contaré la que hasta ahora, ha sido la peor época de mi vida. Aquí contaré lo estúpida, gilipollas y el daño que me hice a mi misma.
Con 13 años, comencé a huir de la gente, por miedo a que rechazasen,, ya que yo creía que el hecho de estar con alguien como yo, daría vergüenza a las personas que me acercase. No sé la razón, por la cual hacia esto solo en el colegio. Los complejos, salieron, me sentía como una mierda, no me quería y pagaba todo mi enfado con el mundo (y conmigo misma) con mis padres.
Al no pertenecer a ningún grupito, y carecer de defensores, era el punto principal de burlas, mofas y bromas pesadas. Todo esto me afectaba más, y situación personal cada vez se iba más a pique.
Quizás, lo que más daño me hizo, fue cuando un profesor de la Escuela De Arte Dramático, me dijo que yo no podía estudiar allí, porque "la gente como yo, no tenemos futuro en la interpretación, y sería una pérdida de dinero para mi, además de que estaría ocupando el sitio de alguien que seguro que llegaría más lejos que yo", estas palabras me hundieron.

Ahora, con 16 años, 1, 53 y 52 kilos de peso, vuelvvo a ser la persona que era con 12 años, esa que siempre estaba haciendo el tonto, tocando las narices, e intentando siempre hacer reír a la gente. Así soy yo, con mis gustos y aficiones, no penséis que soy rara, que oye tal vez para ti, querido lector/a, lo sea, aunque yo prefiero decir, si me permites, que soy edición limitada.